| Escrito por LIT-CI | |||
| Sábado 14 de Mayo de 2011 | |||
  La  revolución árabe continúa expandiéndose. Incluso, en los países como  Egipto y Túnez, donde fueron derribados los gobiernos o regímenes  dictatoriales, los procesos se siguen desarrollando. Sus raíces son la lucha contra dictaduras que llevan 30 o 50 años, las terribles contradicciones sociales entre la tremenda riqueza de los recursos naturales que contrasta con la pobreza de la mayoría de la población y la corrupción de estos regímenes y gobiernos. Los efectos de la crisis económica internacional actuaron como detonante, al disparar el desempleo, especialmente en la juventud, y el alza de los precios de los productos básicos. En el mundo árabe, no hay país que haya quedado inmune a los procesos revolucionarios: Túnez fue el inicio, en Egipto dio un salto, se extendió y luego se expandió a Libia, Bahréin, Yemen y toda la región de Norte de África y Medio Oriente, incluso a Siria. Pero hoy todos esos procesos enfrentan un contraataque de la contrarrevolución que se manifiesta con una virulencia muy grande, aunque con distintas formas y personajes.   Siria es parte de la revolución árabe   La  revolución árabe, en su conjunto, expresa también la lucha contra el  saqueo imperialista y contra Israel. Libia y Siria no escapan a ese  proceso. La explicación de sus gobiernos (la lucha popular es, en  realidad, una “conspiración” contra regímenes que "se oponen al  imperialismo") es una completa mentira. A pesar de los discursos, el  presidente sirio Bashar el-Asad también es hoy un guardián del orden y  de la estabilidad regional: sus fronteras con Israel son las más calmas  de toda el área. Gadafi, por su parte, ya ni siquiera mantenía su  discurso antiimperialista cuando explotó la revolución en Libia.   La  lucha del pueblo sirio ya lleva más de 50 días y cada vez más ciudades y  sectores se juntan al proceso de lucha revolucionaria contra la  dictadura de los Assad (como si fuese una “dinastía”, Bashar heredó el  poder de su padre Hafez), que responde  con cada vez más violencia a la justa lucha de su pueblo.   Ya  hubo más de 500 muertes de manifestantes por acción de la represión,  que llega a utilizar tanques contra civiles desarmados. Cada día hay más  muertos. Pero, a pesar de la represión, la lucha continua  extendiéndose. Y ya aparecen las primeras noticias de divisiones en el  partido de gobierno y en el ejército. El gobierno de Bashar el-Assad  (cuya familia controla el poder desde hace cuatro décadas) se inició, en  2000, prometiendo algunas “reformas democráticas” pero, frente al  actual proceso de luchas, desató una represión cada vez más dura que, a  los centenares de muertos, suma miles de presos.   Los  EEUU no quieren que caiga el régimen sirio porque, al igual que Israel,  prefieren quedarse con “lo conocido” frente a la revolución siria.  Incluso en Siria, cuyo gobierno tiene un “discurso” contra la agresión  israelí, el mayor miedo es la “desestabilización”. Es decir, el avance  de la revolución. Por eso, a pesar de las diferencias de su “discurso”, a  pesar de haber sido considerado parte del “eje del mal” hasta pocos  años atrás, en Siria, el imperialismo repite lo que hizo ante la  revolución egipcia y está haciendo en Yemen: aconseja “reformas”,  presiona por “aperturas” pero no se juega a derribar el régimen.   La respuesta del imperialismo   En  el mundo árabe, existe una situación de encrucijada en que el  imperialismo y las burguesías nacionales inician una contraofensiva  contrarrevolucionaria frente al proceso revolucionario. En Libia, ella  se apoya en una intervención militar, con aval de la ONU; en Bahréin, en  la invasión de soldados de Arabia Saudita; en Yemen, en una fortísima  represión del régimen. Lo mismo sucede en Siria, aunque este régimen se  presente como “oposición” al sionismo y al imperialismo.   ¿Cuál es la política del imperialismo frente a la revolución árabe?  Intentar mantener el control y la estabilidad de la región, con  regímenes que garanticen el “orden”. La revolución árabe amenaza la raíz  de este “orden” y esta “estabilidad” imperialistas por su lucha contra  los regímenes que son parte explícita de este dispositivo o contra  aquellos que, más allá de cierta retórica, ayudan de hecho a mantenerlo.     La  mayor amenaza actual para el imperialismo es la posibilidad de que el  proceso se extienda a Arabia Saudita, la mayor productora mundial de  petróleo y “garantía” de su abastecimiento internacional. Junto con  ello, la amenaza a la existencia del enclave militar imperialista de  Israel, que ahora sufre “inestabilidad” en todas sus fronteras: con  Egipto, con Siria y por el reanimamiento de la lucha palestina, a pesar  de la colaboración de la ANP.   Por  eso, desde el inicio de la revolución árabe, hay un profundo miedo del  imperialismo y del sionismo de que el proceso liquide las dictaduras  que, como en Arabia Saudita, garantizan la producción de petróleo o,  como en Egipto, ayudaban a la “seguridad” de Israel. Y si no se puede  impedir que ese régimen caiga, que sea reemplazado por otro que también  garantice esas cuestiones centrales   Con  este objetivo de mantener el orden e impedir la total desestabilización  regional, el imperialismo aplica distintas tácticas y políticas según  los países. Hasta ahora, apoya a Assad en Siria. En Libia, había  recompuesto sus relaciones con Gadafi y apoyaba su régimen, hasta que la  insurrección popular y la guerra civil iniciada por Gadafi  desestabilizaron completamente el país y amenazaron el flujo de petróleo  hacia Europa. En Bahréin, apoyó la invasión de tropas de Arabia  Saudita, para que, a través de una feroz represión, frenasen, por ahora,  la revolución.    ¡Abajo la intervención imperialista en Libia!   La  intervención militar imperialista en Libia se da justamente porque, a  partir de la pérdida de control del país por parte de Gadafi y la  explosión de la guerra civil, se organizaron comités populares que se  armaron, expulsaron al ejército de Bengazi y otras ciudades, y causaron  una división en las fuerzas armadas, lo que hace que sea prácticamente  imposible reestabilizar el país con Gadafi en el poder. Hoy hay un  impasse porque los rebeldes, por su debilidad militar, no consiguieron derribar  a Gadafi, ni éste, a pesar de las modernas armas que en el pasado le  proveyó el imperialismo, consiguió derrotar a los rebeldes. Hace semanas  que el frente militar se estancó en la práctica.    El  imperialismo aprovecha esa situación e interviene, en nombre de “salvar  vidas” y de la “paz”. ¿Por que, a pesar de la intervención  imperialista, continúa un impase militar? Un aspecto central es la  característica de la intervención. El imperialismo no envió tropas  terrestres sino que, a través de la OTAN, hace ataques con la fuerza  aérea y con misiles desde navíos cercanos. Ni siquiera Francia y Gran  Bretaña se han atrevido hasta ahora a poner tropas en el territorio  libio.   ¿Cuál  es el motivo? El marco es la crisis política abierta con la derrota del  proyecto Bush. Dentro de la burguesía imperialista estadounidense hay  una profunda discusión sobre qué es y qué no de “interés vital” de los  EEUU en el área. En ese contexto, la propuesta de sectores importantes fue  dejar la “carga” de la intervención en Libia en mano de los europeos e  incluso se discute “pasar” la guerra de Afganistán a los nuevos “socios”  (como Rusia, China, India y hasta Irán).   Es  el “síndrome de Irak” (el pésimo resultado militar de la invasión a  este país y el desgaste que ocasionó al gobierno de Bush) que genera una  nueva política de evitar intervenciones militares terrestres. Valga  como muestra las declaraciones del secretario de Defensa de Obama,  Robert Gates, que dijo que sería “impensable una nueva intervención con tropas terrestres. Si algún ministro de Defensa lo propusiera, debería ser internado en un manicomio." Por eso, usan tanto los misiles, la aviación, y los drones[1].    El Consejo Nacional Libio   De  otro lado, la debilidad principal del campo rebelde es su dirección: el  llamado Consejo Nacional Libio, asentado en Bengazi. Es necesario  denunciar que ellos le hacen el juego al imperialismo: piden mayor  intervención, negocian con los gobiernos imperialistas y así permiten  que Gadafi use un discurso de “víctima” de la agresión imperialista.  Además, el impasse y el consecuente sufrimiento continuo de la población  de las ciudades libias da espacio a que el imperialismo venga con  propuestas para meterse en el país con la excusa hipócrita de "salvar  vidas" a través de buscar "una solución política".   Este  Consejo está formado mayormente por figuras que fueron parte de los  gobiernos de Gadafi, como Mustafá Abdul Jalil, ex ministro de Justicia,  quien renunció para unirse a las protestas, y el general Omar al Hariri,  quien se había distanciado de Gadafi en 1975. La ausencia de una  dirección en el campo rebelde dio espacio para que estos ex gadafistas  ocupasen ese espacio. El imperialismo está utilizando el pedido del  Consejo Nacional y su colaboración para justificar los bombardeos que  matan un número cada vez mayor de civiles, inclusive de quienes apoyan  la revolución libia.    Al  mismo tempo, la OTAN se niega a proveer de armamento moderno y adecuado  a los rebeldes, porque no confía que controlen a su base. Dentro de  ella, según la agencia Al Jazeera, hay un importante número de  militantes que se destacaron en los combates anteriores contra los EEUU  en Irak, durante la ocupación imperialista de este país.    La “solución” de dividir el país    El  imperialismo ha puesto en discusión una propuesta que repite la que ya  fue aplicada en los Balcanes (Yugoeslavia) en la década de 1990. En ese  entonces, frente a la guerra civil, primero la OTAN y después la ONU  intervinieron en nombre de “la paz” y así trasformaron a Kosovo en un  protectorado de la ONU.   Aprovechándose  de la parálisis en el frente militar, la ONU y la OTAN proponen que se  haga un alto al fuego y se imponga una división del país: por un lado,  la Tripolitania y, por el otro, la  Cirenaica (región oriental, con  capital en Bengazi), y que se mantenga con la presencia de tropas de la  ONU vigilando las nuevas fronteras. Si sucede eso, será una derrota  grave para la revolución libia y toda a revolución árabe, lo que irá  influir negativamente en todas las revoluciones del mundo árabe.   Si  el imperialismo entra como “garante del orden” con un acuerdo de las  dos partes, va a quedar un grave precedente. Así como en Egipto y Túnez,  las masas mostraron que pueden derribar a los gobiernos odiados y  apoyados por el imperialismo. En este caso, Libia daría la señal de que  el imperialismo terminó ganando peso al intervenir en un proceso  revolucionario y obtiene una base política suya en un territorio  estratégico, basado en la aceptación de los dos lados.    La revolución árabe divide aguas   Frente  a la revolución árabe, el castro-chavismo mostró que está en contra de  la revolución más importante de los últimos 20 años. Esta corriente  sostuvo a Gadafi desde el inicio, pero después de la intervención de la  OTAN intentó justificar su apoyo al dictador, diciendo que el centro era  luchar “sólo” contra la intervención.   Ahora,  en Siria, después de varias semanas de que el pueblo sirio salió a las  calles en forma pacífica, pero determinada, y es masacrado, los  gobiernos y la corriente castro-chavista salen igualmente en defesa de  Assad. En Siria no hay intervención imperialista. Sin esta excusa, queda  claro que el problema de fondo es que ellos apoyan a esas dictaduras,  justificando esa política en nombre de la supuesta resistencia que  harían al imperialismo y a Israel. Pero ya hemos visto que eso es  mentira tanto en el caso de Gadafi como en el del gobierno sirio.   Hezbolá apoya la masacre del gobierno sirio   También  están siendo puestos a prueba los movimientos de resistencia dirigidos  por los sectores islamistas. En Líbano, Hezbolá, que se ganó un gran  prestigio por haber infligido una derrota militar y política a Israel en  2006, apoyó tardíamente la revolución libia y ahora ha salido en  defensa de Assad.   ¿Por  qué? Por sus compromisos con la burguesía siria, iraní y libanesa.  Alegan los mismos motivos que los chavistas, en este caso: decir que la  revolución del pueblo sirio es en realidad una “conspiración” de  políticos sunitas libaneses apoyados por el imperialismo. Han  introducido en el Líbano la polarización pro o contra Assad. Usan así la  autoridad política ganada en la resistencia contra Israel para apoyar  una dictadura que ya vendió varias veces la lucha palestina y del propio  Líbano y meten confusión en la cabeza de miles de activistas que miran  las revoluciones populares buscando una nueva referencia de lucha.    La izquierda proimperialista   En  el campo opuesto se ubican figuras de “izquierda” que apoyan y  defienden la intervención militar imperialista en Libia. Es el caso de  Ignace Ramonet, director de Le Monde Diplomatique (uno de los impulsores  del Foro Social Mundial y su política de “otro mundo es posible” sin  derrotar al capitalismo), y de Gilbert Achcar, principal referente del  llamado Secretariado Unificado (SU) en las cuestiones de Medio Oriente.  Ramonet escribió: “En este momento la ONU constituye la única fuente de  legalidad internacional” y Achcar que “sería moral y políticamente  equivocado por parte de la izquierda oponerse a la zona de exclusión  aérea”.    Es  una política criminal que apoya “por izquierda” el discurso  imperialista de que interviene para “defender la democracia”. Con su  posición, estas figuras y corrientes avalan los bombardeos y las  víctimas civiles que producen, ayudan al imperialismo a meterse con  tropas en la región e ilusionan a las masas y activistas libios y árabes  de que esa intervención militar va a favor de su lucha y es para  apoyarla.   No  hay un imperialismo “malo” en Bahréin y uno “bueno” en Libia. Toda la  acción del imperialismo en la región es contrarrevolucionaria, sólo que,  volvemos a afirmarlo, se ve obligado a actuar con diferentes tácticas.   En  el mundo árabe, está el campo de la revolución, es decir, el de las  luchas revolucionarias, de las masas, y el de la contrarrevolución,  integrado por el imperialismo, las burguesías nacionales asociadas, los  regímenes dictatoriales y su represión, y también todas las maniobras  que se hacen para frenar y desviar las revoluciones, si éstas han  conseguido derribar esos regímenes.    Nuestra posición   Estamos  del lado de las masas árabes, por la victoria de la revolución y por  eso, frente a estas dos posiciones simétricamente criminales, que llaman  a las masas a capitular ante las dictaduras o ante el imperialismo  supuestamente “democrático”, la LIT-CI se pronuncia por:   ¡No a la intervención militar imperialista, sea por la vía de la OTAN o de la ONU!   ¡No a la división de Libia!   ¡No a los "planes de paz" intermediados por la ONU!   ¡Abajo Gadafi en Libia, abajo Assad en Siria y Saleh en Yemen! ¡Abajo todas las dictaduras del mundo árabe!   ¡Viva a revolución árabe! ¡Viva la revolución en Libia y Siria!   San Pablo, 12 de mayo de 2011   Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI) [1] - NdR - vehículo aéreo no tripulado operado a distancia 
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miércoles, 18 de mayo de 2011
¡Estamos con la revolución libia y siria! ¡Abajo la intervención imperialista!
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La  revolución árabe continúa expandiéndose. Incluso, en los países como  Egipto y Túnez, donde fueron derribados los gobiernos o regímenes  dictatoriales, los procesos se siguen desarrollando. 
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